sábado, 18 de febrero de 2012

La madrugada tiene algo...

A veces me pasa, no es siempre, solo a veces, cuando tengo demasiado ruido en la cabeza que no puedo dormir más.  Estas horas de la madrugada son silenciosas, son tramposas, son eternas. Me hacen dar vueltas en la cama, levantarme, tomar agua, llorar.
Todo es como en cámara lenta. El tiempo se detiene y las ideas se quedan congeladas en la mente.
Es eN éstas horas de la madrugada que recuerdo todo, que todo revive. Imagino cosas, palabras, besos. Noche tramposa.
Hay demasiado escombro que sacar aún. Yo trato de barrer de vez en cuando la basura que me estorba, pero tarde o temprano tendré que ocuparme de sacar las cosas grandes. Lo que no puede ser barrido porque pesa demasiado. Esas cosas tendré que irlas vomitando lentamente como un parto de esos que toman horas, que son cansados. Hay demasiadas cosas que aún  no he dicho, que ni yo misma me atrevo a decir en voz alta para no escucharlas.
Rezar. Salir a correr. Escribir.  Escuchar alguna canción que me guste. Esas cosas son las que me ayudan siempre a volver encontrar el centro, el balance y no dejar que todo éste ruido de las madrugadas me hagan perder la cordura. Me ayudan a esperar pacientemente el primer rayo de sol, que siempre trae, un poco de alivio y de felicidad, porque al fin se acabó esa noche profunda, al fin se van esos ruidos nocturnos, para que empiecen los ruidos cotidianos, mis niños jugando, la gente hablando, los carros y entonces poco a poco esos ruidos de afueran, callan los ruidos de adentro (o al menos los enmudecen).

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